domingo, 10 de enero de 2010


I

Pasó el letargo de la noche, algo no me dejaba conciliar el sueño, de hecho no me dejó hacerlo hasta bien entrada la madrugada.
Me dijo alguien ayer-Que tengas linda mañana- me alegra tener para contarle, que es una de las mañanas más agradables en meses.
El sol se vino a poner a mi lado, y está jugando con sus rayos, con mi pelo, con mis piernas, subiendo y bajando, como queriendo darme vida, pero la justa y necesaria.
El silencio de la casa me acomoda, mis hermanos duermen. Tomé desayuno con mi mamá, temprano. Aunque no me pide que me levante, sé que le gusta compartir su café conmigo antes de partir a la escuela.
Luego, un poco de lectura, una novela, una de esas que no me gusta admitir que me gustan, pero son mi mayor placer literario.
A penas abres los ojos, sabes si será o no un buen día, hoy vaticina este aire matutino, que será especial, a pesar de ser navidad.

Llevo dos noches durmiendo algo acalorada, y despertando sin tapa, porque mi hermana chica no ha vuelto a dormir en su pieza desde que vio un pequeño ratón que la miraba curioso detrás de su ventana y luego corría como sintiéndose orgulloso de su libertad. No imagina que el pequeño roedor se debe haber asustado más que ella, y debe haber huido corriendo, para no lidiar con seres humanos que no entienden de los traqueteos de la vida de un ratón.

Aún a estas horas de la mañana ella sigue durmiendo en mi cama, no es para nada madrugadora. Yo me vine a escribir a su pieza, que me cobija con una gran ventana al lado de la cama.

Mi cama no es grande, así que dormimos medias pegadas, yo al rincón, ella a la orilla, siempre.
Cuando dormimos juntas, es porque una de las dos lo necesita. En esa cama es donde suelen nacer confesiones, confesiones abrumadas por la oscuridad de la noche, confesiones que se extinguen a la amanecida para no volver a ser tocadas. Creo que esa fue nuestra única regla para empezar a desmarañar grandes secretos, aunque ninguna lo mencionó.
Cuando el relato empieza a costar, lanza su típico -yo soy como tu conciencia, dale no más-.
Creo que si no tuviese mi hermana, seria aún más retraída y meditabunda, es que la vale me saca cada vez que puede de mis cavilaciones y aunque a veces regaño por eso y me hago la molesta, en el fondo me encanta que lo haga.

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